la otra cleo

Nunca, ni de niña, le vi la gracia a los patitos de goma (ni a los patos en general; bueno, quizá, sólo al pato Saturnino de la tele). La cuestión es que en los 60 yo me bañaba con Cleo la pez de Gepetto, el padre de Pinocho. Y en los 2000, también (bueno desde lo del cambio climático Cleo suele mirarme, desde secano, mientras me ducho).

figuritas

Después vinieron las figuras de animales y personajes de dibujos animados. Juraría que después aparecieron las figuritas Disney, pero hay quien asegura que ésas venían en los golletes de las Coca-cola de un litro. Coleccioné figuritas hasta 5ºEGB. Las repetidas las cambiaba con una niña más pequeña. Recuerdo que una vez me dio un Pluto color blanco. Yo tenía los ojos acostumbrados al amarillo, verde y morado. Aquel perro blanco me causó placer y repugnancia a partes iguales. Acabé dándoselo a mi hermana. Mi hermana aún echa de menos su Blancanieves amarilla. Yo a un sobrino de Mickey. Conservo muy pocos. Hace dos años encontré por la calle una tortuga Dunkin y sentí pena y alegría también a partes iguales. Pena por quien la hubiera perdido, alegría porque fue a caer en buenas manos. Siempre he pensado que nada se pierde, que todo va cambiando de dueño, que siempre habrá alguien como yo que cuide de esos fetiches. Se lo digo siempre a mi hermana: Seguro que tu Blancanieves está a salvo en cualquier caja de zapatos.