juguemos a escapar

Mi primer juguete fue un oso, la osa Mateo. A lo primero que recuerdo haber jugado es a escondernos en el ropero y a esperar el momento para escaparnos de casa. Mateo y yo hicimos la maleta, colocamos los cojines de la cama turca como si fuesen los asientos de un autobús y nos sentamos al fondo, para que nadie nos descubriera. Mateo no llevaba equipaje, ni muda siquiera, sólo su falda escocesa. Yo, una maleta de cartón muy duro. Probablemente la misma que mi madre usó en su viaje de novios. Dentro, una rebeca, los lápices de colores, algún cuento, las joyas de plástico y mi linterna. Mateo y yo éramos fanáticas de las linternas.

Escapar siempre fue mi juego favorito. Todo era invitación al viaje. La plancha un coche futurista para las recortables, los elefantes de madera criaturas leves, voladoras, el anillo verde de plástico una joya que me hacía invisible, el ropero mi nave espacial.

A pesar de mudanzas, y la afición de mi madre por tirarlo todo, conservo a Mateo, la maleta de cartón y aquel ropero. Pero sobre todo conservo las ganas de seguir escondiéndome, de seguir escapando.

salvatore

Aunque mi nostalgia (a lo grande) siempre ha sido de futuro, reconozco una única nostalgia de pasado: el no haber jugado de niña con los que son mis mejores amigos. Nunca me será suficiente haberlos encontrado recién cumplidos los 15. No soporto haberme perdido, por ejemplo, esto: montar en el burrito del parque con mi amigo Salvatore. Aquí está con su hermano, y no hago otra cosa que buscarme en un imposible segundo plano, por si ese día pasaba por allí. "Recuerdo de niñez, sencillez. Recuerdo de felicidad, de calle, de juego. Recuerdo de amigos. Recuerdo de familia. Recuerdo de vida", me dice. No creo que esta foto se pueda resumir con mejores palabras.

pimentel, mon amour

Me pidieron un bambi, ¿cuándo se ha visto un bambi en Málaga?, dice entre risas. Así que él propuso algo más de la tierra, un burro o una cabra. Para hacer el burrito pidió que le prestaran uno que acababa de nacer, Platerillo. Y que ese mismo alcalde le encargó una cabra con su chivito para el parque de enfrente. También me la prestaron y la devolví más gorda, se ríe. Ahí la tiene todavía, en escayola, en su casa, esperando. Y es que, al cambiar la alcaldía le preguntaron si tenía documento escrito sobre cabra alguna y, como no, cabra no hubo. Pensar que mi blog podría llamarse ahora "elbambidelparque" me pone los pelos de punta. Saber que hay una cabra, con su chivito, esperando su puesta de bronce desde los años 60 me parte el alma.