burrito/caballo maño

Al igual que todas las ciudades deberían tener río, también burro. Ya fuera en un parque o en un descampado. Un burrito (tabla de salvación de cuatro patas) al que agarrarse cuando todo lo demás falla. Aquí tenemos a este precioso ejemplar (de caballo infantil convertido en burrito por un día) en Zaragoza. Y de la amazona, ¿qué podría decir además de que la adoro? Ooh.

sarriana y amazona

"Si existiese el Cielo, seguro que estaría lleno de burritos. Al mundo moderno nunca habríamos llegado sin la existencia de este bello animal que el ser humano se ha empeñado en maltratar durante generaciones. Yo nunca he montado a lomos de un burro, son seres que se merecen pasto y trote eterno por anchas praderas, no más cargas ni azotes, por eso no quería siquiera subirme a lomos de este pollino de bronce. Mi novio insistió en que a este asno no le haría daño, así que me senté en él, pero no apoyé del todo mi peso, por si acaso. Todos los burritos se merecen el Cielo, incluso los ficticios como Baltasar y este Platero del parque". (Sonia, sarrianita de nacimiento y malagueña de adopción desde este mismo instante).

nunca le puse nombre, pienso ahora

(y Chupetín, desmayada a mis pies)
Habría jurado que escribí sobre la hucha-robot. Día de Reyes 1972. Yo solía pedir siempre una bicicleta. Las muñecas nunca me gustaron. Supongo que el regalo estrella de ese año era "Chupetín" (un bebé desmadejado que lloraba si le quitabas el chupete), pero yo me sentaba a dibujar abrazada a la hucha-robot.

El robot era rojo y dorado, tenía los brazos y las piernas de plástico azul transparente. La espalda del robot también era transparente y en ella podía verse un laberinto de palancas móviles que hacían que cada tipo de moneda cayera en su lugar preciso: en un brazo las pesetas, en el otro los duros, etc. No recuerdo cómo se sacaban, sólo sé que las saqué muchas veces sólo por volver a verlas caer.

Antes de meterme en la cama la llenaba de cosas: el mono que tocaba los platillos bajo un cojín (para que no me atacara mientras dormía), un puñado de animales "Dunkin" (para que me defendieran de los dulces monstruos que bajaban por la chimenea) y, desde ese año (hasta que mi madre la tiró), la hucha-robot. Era peligroso dormir con ella/él por las aristas.

Confío en ese nada-se-pierde de Holan (poeta que combina lo dulce de un monstruo y las aristas de un juguete) y que mi hucha-robot siga felizmente de una pieza en cualquier rastro o estantería de una nostágica como yo.

desde méxico, con amor

En mi versión del cuento, Omar y Marcella vinieron desde México expresamente para subirse al burrito. Omar dijo:
"El lomo del burrito perdió su pelaje de bronce con el roce de tantos culos. Desgaste de las pieles con el tiempo y con el uso. El registro del burrito del parque comprueba que mientras a nosotros nos salen más arrugas, a él se le pone cada vez la piel más lisita. Puede que haya encontrado el secreto para la juventud eterna: el roce".